Reino Unido y EU, bienvenidos a la era de la disidencia

Fecha: 07/03/2019 | Autor: Adylene | Categoría: Noticia

Bienvenidos a la era de la insubordinación. Lo que alguna vez fuera inusual —un subordinado rechazando cumplir con una orden directa, o amenazando con no hacerlo— es cada vez más común. Desde los niveles más altos hasta los más bajos de la jerarquía organizativa, el desafío está en aumento.

La elección de Donald Trump en 2016 provocó, y continúa provocando, un brote de disidencia interna, comenzando con la decisión de Sally Yates, su fiscal general interina, de ordenarles a los abogados del gobierno que no defendieran su prohibición de viajar ante los tribunales, lo cual condujo a su despido.

En Reino Unido, tres ministros del gabinete la semana pasada advirtieron que se rebelarían en lugar de tolerar un Brexit sin acuerdo. Un asistente ministerial, Alberto Costa, fue despedido después de proponer una enmienda a una moción del gobierno para garantizar los derechos de los ciudadanos de la Unión Europea (UE) en el Reino Unido si no existía un acuerdo.

En el ámbito del fútbol, Kepa Arrizabalaga, un jugador del equipo Chelsea y el portero mejor pagado del mundo, se negó a abandonar la cancha durante la final reciente de la Copa de la Liga luego de que Maurizio Sarri, el técnico del equipo, ordenara su sustitución. La iracunda reacción de Sarri ante este acto de desafío (uno con el que simpatizaría cualquier administrador de estrellas pagadas en exceso) fue transmitida a nivel mundial.

La “insubordinación grave” es una ofensa que amerita el despido. Sin embargo, la necesidad misma de ese adjetivo calificador insinúa una verdad: los actos triviales de insubordinación ocurren todo el tiempo.

Los gerentes deben saber cuándo tolerar el desafío y cuando oponérsele. Ellos deben tener en cuenta que, a veces, la insubordinación indica que algo mucho más importante ha fallado. Y deben reconocer que reaccionar exageradamente puede ser contraproducente.

¿Qué explica el actual aumento de la disidencia? En la política de EU, y en la del Reino Unido, refleja la percepción entre los políticos y los funcionarios de que no resistir ahora puede acarrear irreversibles consecuencias. Como Costa, el político del Reino Unido, explicó su postura la semana pasada: “No me importa nada que soy un asistente novato: se trata de los derechos de 5 millones de personas”.

Los gerentes, a su vez, necesitan encontrar nuevas formas de responder ante la disidencia. Tradicionalmente, ellos lo han hecho a través de canales de retroalimentación, respaldados por la amenaza de sanciones por insubordinación más extrema.

Sin embargo, el uso del ‘buzón de sugerencias’ para amortiguar las preocupaciones sólo retrasa la confrontación. Y puede silenciar las legítimas preocupaciones. Por otro lado, reaccionar fuertemente ante una “desviación” menor, como la llaman los académicos, puede provocar una indignación todavía mayor.

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