El peronismo ha vuelto. Es cierto que nunca se había ido del todo, pero la división entre kirchneristas y no kirchneristas le había quitado poder de fuego. Hoy puso fin a la tregua parlamentaria con Mauricio Macri y votó de madrugada en el Senado, por 37 votos contra 30, una ley que retrotrae a noviembre pasado el valor de las tarifas de los servicios públicos. La ley duró apenas unas horas. Macri la vetó tras considerarla "demagógica" y un atentado contra las finanzas públicas. "La ley ya está vetada. Es irresponsable, porque no fundamenta de dónde se paga aquello que se votó", dijo el jefe de Ministros, Carlos Peña, desde la Casa Rosada. El costo político del veto fue un triunfo sin matices para un peronismo que, poco a poco, se une tras un mismo objetivo: el poder.
La oposición presentó la ley como un alivio para las familias, que enfrentan tarifas que se han multiplicado hasta por cinco desde 2016. Pero el Gobierno advirtió que el agujero fiscal de anular las subidas sería de 4.600 millones de dólares. Por eso intentó por todos los medios posibles bloquear la norma. Hasta Macri se puso al frente de reuniones de última hora con algunos legisladores. Pero el peronismo olió sangre cuando falta poco más de un año para las elecciones presidenciales. La crisis cambiaria del último mes y el pedido de rescate al FMI dio alas a un peronismo que se había resignado a una nueva derrota electoral.