La guerra fratricida del peronismo acaba con la policía tomando la sede del histórico partido argentino

Fecha: 12/04/2018 | Autor: Adylene | Categoría: Noticia

Las verdaderas batallas del peronismo se resuelven por las bravas. Un grupo se impone a otro en alguna votación y toma al asalto la sede de un sindicato, de una agrupación, de un club de fútbol. Así fue siempre en Argentina desde los años 40, cuando el general Juan Domingo Perón y sus “muchachos peronistas” ganaron las elecciones y tomaron el poder. Hay hasta una expresión para esta batalla física: “poner el cuerpo”. Ocupar el espacio con personas fieles es clave. Nadie se mueve hasta que lo diga el jefe.

Solo esta larga tradición explica que en Argentina no causara un gran escándalo que una juez, María Servini de Cubría, de más de 80 años y siempre protagonista de decisiones polémicas, ordenara intervenir el Partido Justicialista, en teoría el más importante del país, y decidiera sin votaciones ni nada cambiar la dirección para colocar otra comandada por Luis Barrionuevo, un histórico sindicalista curtido en mil batallas. La cúpula anterior se atrincheró en las escaleras mientras cantaba la marcha peronista.

La policía empujaba, militantes de los dos sectores de espaldas anchas y cara de estar dispuestos a todos se retaron desafiantes, se insultaron, la prensa fue agredida. Parecía que explotaría pero finalmente dejaron pasar la noche y el nuevo grupo tomó el control de la sede principal y cambió las cerraduras. En otros países sería un escándalo descomunal. En Argentina es un episodio más de la novela del peronismo, en permanente guerra interna sobre todo cuando no tiene el poder. “Los peronistas somos como los gatos, cuando gritamos piensan que nos estamos peleando pero en realidad nos estamos reproduciendo”, ironizaba Perón.

Para darle un poco más de salsa, Barrionuevo, que lleva 30 años dirigiendo el enorme sindicato de gastronómicos, se hizo famoso en los 90, cuando estaba en el Gobierno de Carlos Menem y dijo: “Tenemos que tratar de no robar por lo menos dos años en este país”. Los escándalos de corrupción de esos años demuestran que no lo lograron ni dos años.

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