Un Puerto Rico en ruinas sufre un éxodo masivo

Fecha: 22/11/2017 | Autor: Adylene | Categoría: Noticia

Lo que sabe Nadja de Orlando, la ciudad a la que la trajo su madre hace dos semanas, es que cerca está Disney y que allí vive Cenicienta, que es "bella, bella, bella".

Luego, la niña de tres años se levanta, toma una escoba y se pone a barrer bailando el suelo de cemento de la nave a la que fueron el martes a por productos de ayuda que reparte a los puertorriqueños recién llegados la ONG CASA. Nadja y su madre Zuleyka Rivera, de 26 años, triste aunque se esfuerce en sonreir, son dos de los más de 150.000 que se han ido de la isla a Florida en dos meses desde el impacto del huracán María.

El éxodo, causado por las extremas dificultades para vivir en un Puerto Rico devastado, ya está al nivel o ha superado al de los cubanos del Mariel en los ochenta o a los desplazamientos provocados por el huracán Katrina. Su ritmo vertiginoso no tiene freno. "Todo parece indicar que se acelerará y se convertirá en la ola migratoria más grande y sostenida en la historia de la isla y quizás del Caribe", dice Jorge Duany, especialista en Puerto Rico de la Florida International University. Entre 1945 y 1965 hubo un flujo de 640.000 boricuas –gentilicio de la isla– a EE UU, y de 2000 a 2016 otro de 696.000, apunta Duany, intensificado desde hace una década por la interminable recesión puertorriqueña.

El año pasado residían en EE UU 5,4 millones de personas originarias de la isla, dos más que los 3,4 millones que vivían en la isla antes de María. La nueva estampida agravará el despoblamiento de Puerto Rico y su crisis económica por más que se disparen las remesas. Los efectos del huracán son tan demoledores como sus vientos: mientras el país sigue en ruinas, con las infraetructuras en un estado deplorable, la mitad de la población sin energía eléctrica y con el pronóstico de que no se recuperará hasta 2044 –según José Alameda, catedrático de la Universidad de Puerto Rico–, otra generación en edad productiva hace las maletas.

La idea de marcharse es "un ansia generalizada", dice desde Puerto Rico la escritora y periodista Ana Teresa Toro, de 34 años. "Es dolorosa la sensación que impera de que muchos estarían mejor en cualquier otra parte. Pero también es doloroso preguntarse: ¿qué calidad de vida alcanzaremos como país después de esto? Es triste. La casa se nos fue. Metafóricamente para unos. Literalmente para muchos".

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