Heriberto Galindo, quien presenció el ataque de José Francisco Ruiz Massieu , afirma que el priista le contó la ví­spera del asesinato de sus planes en el sexenio entrante

Fecha: 28/09/2014 | Autor: Rocio Berenice Valdez Garcia | Categoría: Noticia

  Fuente excelsior                       EHeriberto Galindo Quiñones se acomoda en el asiento del copiloto del Buick Century color plata que está estacionado en la calle de Lafragua y que va a conducir José Francisco Ruiz Massieu. En la parte de atrás está Roberto Ortega Lomelí. Los tres van a al IFE, en el sur de la Ciudad de México.                     El secretario general del PRI enciende el auto y al meter la velocidad y girar el volante hacia la derecha, en la ventanilla del auto aparece un hombre moreno y delgado que a quemarropa dispara una ametralladora contra Ruiz Massieu. La única bala que salió del arma —porque se encasquilló— entró por el cuello del líder partidista. Mientras se termina de desmoronar el cristal de la ventanilla, la camisa blanca de Ruiz Massieu va absorbiendo la sangre.                       “Yo veía por lo que quedaba del cristal cómo el asesino de-sesperado seguía apretando el gatillo con la esperanza de que salieran en ráfaga las demás balas”, cuenta a Excélsior Galindo Quiñones, sobreviviente de aquel hecho y quien como aquel 28 de septiembre de 1994, hoy también es diputado federal.                         Heriberto Galindo, uno de los testigos del magnicidio del exgobernador del estado de Guerrero, ocurrido hoy hace 20 años, reveló por primera vez lo que el virtual dirigente de los diputados priistas le dijo unas horas antes de ser asesinado por Daniel Aguilar Treviño en la calle de Lafragua, en la colonia Tabacalera, a unos metros de Paseo de la Reforma.                             El 21 de agosto de 1994 se realizaron las elecciones federales donde Ernesto Zedillo, candidato del PRI, ganó la Presidencia que ocupó a partir del 1 de diciembre siguiente. En esa elección Ruiz Massieu logró entrar como diputado plurinominal de la LVI Legislatura que entraría en funciones el 1 de noviembre de 1994 y no el 1 de septiembre como regularmente se ha hecho.           En busca de la cohesión de los legisladores priistas electos en la Cámara de Diputados, Ruiz Massieu, quien se perfilaba para ser el líder de la bancada del PRI y presidente del Congreso (el PRI todavía era mayoría absoluta, la perdió en 1997), había empezado a tener una serie de reuniones con sus colegas priistas.                   El 27 de septiembre, horas antes de su asesinato, Ruiz Massieu se reunió en el University Club de Paseo de la Reforma a comer con los coordinadores de las diputaciones, recordó Galindo Quiñones.                   “Como ahora que soy coordinador de los diputados del PRI de Sinaloa, entonces también lo era. Ese día 27 de septiembre comimos en el University Club, que está enfrente donde ahora está el Senado. Después de comer, todos los diputados nos fuimos caminando hacia el Monumento a la Revolución y ahí, a cada uno de los coordinadores, Ruiz Ma-ssieu nos regaló unos minutos.”                                     Heriberto Galindo contó que para hablar a solas con cada uno de los 32 coordinadores priistas, el virtual líder de la bancada en San Lázaro dio 32 vueltas al Monumento a la Revolución, durante más de dos horas y media, una vuelta por cada coordinador, de aproximadamente cinco minutos por recorrido.                         Fue en ese trayecto en torno a lo que el presidente Porfirio Díaz quiso construir el palacio legislativo muchos años atrás, donde el político guerrerense le confió a Heriberto Galindo la invitación que —según Ruiz Massieu— le había hecho el entonces presidente electo, Ernesto Zedillo.                         “Es ahí cuando Ruiz Massieu me dijo: ‘Tú no pidas presidir ninguna comisión (en la Cámara), ya hablé con tu gobernador, Renato Vega, lo convencí de que no presidas comisión alguna. Porque el primero de diciembre —fecha de entrada del gobierno del presidente Zedillo— te irás conmigo a la Secretaría de Gobernación, como uno de mis subsecretarios’. La verdad es que nunca le comenté nada a nadie de esta confidencia y este ofrecimiento que me hizo mi amigo Francisco Ruiz Massieu, pero así fue. Y también, la verdad, no lo creía, tuve dudas de que fuera a realizarse tal profecía.”                                   El primero de diciembre de 1994, el presidente Zedillo tomó posesión y nominó como secretario de Gobernación a Esteban Moctezuma Barragán, quien había sido su coordinador de campaña.                           Galindo dijo que el magnicidio contra Ruiz Massieu “le quitó la vida a un gran político mexicano, a un hombre dotado para la política, dotado para la jurisprudencia, a un hombre de ideas y de acción”.                                     Ruiz Massieu, dijo Galindo, sabía para qué era el poder, “fue un excelente gobernador del estado de Guerrero y un muy buen funcionario en la Secretaría de Salud y en el Infonavit, donde lo conocí cuando era secretario del Consejo de Administración y yo era jefe de información, al lado del licenciado José Campillo Sáenz.                                             “Le quitaron la vida a un hombre que tenía destino. Ese año primero le quitaron la vida a Luis Donaldo Colosio, el candidato presidencial (23 de marzo de 1994) y luego a José Francisco, que entre sus sueños y aspiraciones era llegar a ser Presidente de la República. Me dijo la víspera de su muerte: ‘Voy a ser el próximo secretario de Gobernación, y desde ahí buscaré regresarle la Presidencia de la República a los abogados’. O sea, José Francisco Ruiz Massieu tenía como proyecto, después de ser líder de la Cámara de Diputados de la fracción del PRI, ser el secretario de Gobernación del presidente Ernesto Zedillo y confiaba a sus amigos que buscaría ser Presidente de México”, dijo Galindo.                               El diputado sinaloense recuerda que el 28 de septiembre de 1994, Ruiz Massieu lo invitó a acompañarlo al IFE (Instituto Federal Electoral), donde se iba a celebrar un debate entre el entonces secretario de Gobernación, amigo muy cercano a Ruiz Massieu, y Porfirio Muñoz Ledo, entonces presidente del PRD.                               “Me acuerdo que me dijo: ‘Acompáñame, vamos al IFE, pues este debate entre mi compadre Jorge Carpizo y Porfirio Muñoz Ledo no me lo quiero perder por nada del mundo’. Aquella bala hizo que se perdiera el debate”, dijo Galindo.               El exembajador en Cuba contó que en ese mismo hecho él salvó la vida tres veces. Así lo reflexiona.                                         “Primero, porque el asesino estudió la fotografía de Pepe Ruiz toda la noche. Ruiz Massieu usaba bigote y se fue al volante. El asesino bien podría pensar que el otro, el que no usaba bigote, o sea yo, y que iba del otro lado del volante, era el objetivo, pero no fue así.                             “La segunda salvada fue gracias a que se le entrampó el arma, se atoró la metralleta, una Uzi de fabricación china que le caben 24 balas, pero que el asesino le cargó la noche anterior 25, según dijo, y solamente salió un tiro. Si el arma hubiera seguido disparando, el segundo que iba a morir era yo, en la lógica matemática, pero frente a la lógica matemática está la lógica divina, que fue la que me cubrió y...                               “La tercera salvada fue porque la bala que le segó la vida a Ruiz Massieu no le penetró por la carne, por el nervio del cuello, porque si así hubiera sido lo hubiera traspasado y esa misma bala me hubiera quitado la vida a mí también. La bala le pegó en la columna vertebral y se desvió por el abdomen, por el lado izquierdo, y llegó hasta el lado derecho, pero nunca salió de su cuerpo. Dios me salvó tres veces en un solo acto.”                       Galindo Quiñones dijo que no ha pensado si ya se sabe la verdad sobre el asesinato de su amigo.                       “Ni quiero saber, dejo a las instancias legales que archiven el caso, ya es un caso sentenciado. No sé, ni quiero saber, es la verdad.”       Asesino quiso desviar miradas   Daniel Aguilar Treviño —el asesino material de José Francisco Ruiz Massieu— y sus secuaces en el Reclusorio Preventivo Sur de la Ciudad de México empezaron a tirar la carnada desde abril de 1997. Querían pescar algún medio de comunicación que reburujara aún más el magnicidio que el tamaulipeco cometió hoy hace 20 años y del cual hasta la fecha no se conoce toda la verdad.   La revista Proceso fue la primera presa fallida de Aguilar Treviño, según contó Carlos Marín en un texto publicado en enero de 1999, sobre el intento que tenía éste de sorprender a la opinión pública 31 meses después de haber cometido el asesinato.   En enero de 1998, de forma simultánea, el asesino del entonces secretario general del PRI citó a Excélsior y La Jornada en aquel penal, previas llamadas telefónicas a las respectivas redacciones, como fue el caso de la revista. El cebo era “descubrir la verdad sobre el asesinato de Ruiz Massieu”, decía una voz al otro lado del teléfono.   A hurtadillas, atrás de una pared en un salón donde Aguilar Treviño y otros presos levantaban pesas en el Reclusorio Sur, el centro de la historia que blandía a este reportero aquel hombre moreno, de gesto adusto, marcado como fisiculturista, era que Raúl Salinas de Gortari, hermano del expresidente de México, había sido el autor intelectual del asesinato de Ruiz Massieu.   La nota estaba de más. Para entonces, Raúl Salinas había sido consignado y puesto en prisión por Antonio Lozano Gracia, el procurador panista del presidente priista Ernesto Zedillo, desde el 28 de febrero de 1995, acusado de ese hecho. La detención del hermano de Carlos Salinas de Gortari fue un escándalo mundial.   Cuando Aguilar lanzó la tarraya, también estaba en la cárcel Francisca Zetina La Paca, quien por órdenes del fiscal Pablo Chapa Bezanilla sembró los huesos de su suegro en el rancho El Encanto, propiedad de Raúl Salinas, para hacer creer que se trataba de los restos del diputado federal Manuel Muñoz Rocha, autor intelectual del magnicidio y quien actualmente está en calidad de desaparecido.   La Procuraduría General de la República (PGR) responsabilizó a Raúl Salinas de Gortari de ser el autor intelectual del asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, a instancias de una acusación hecha por Fernando Rodríguez González, operador del crimen y quien recibió de la PGR un pago por 500 mil dólares a cambio de su colaboración por haber señalado a Raúl Salinas, se supo durante el tiempo del proceso y por lo cual Salinas acusó penalmente a Lozano Gracia y Chapa Bezanilla de soborno y peculado y por lo cual se abrieron las averiguaciones previas SCGD/CGI/023/97, SCGD/CGI/005/98, SCGD/CGI/022/97 y SCGD/CGI/001/98.   En la celda del asesino material de Ruiz Massieu resbaló la revista Time. A finales de enero de 1999, la revista estadunidense publicó una entrevista con Aguilar Treviño, quien purga una condena de 50 años de prisión. La historia era la misma.   Fue en razón de la entrevista de Time, que Carlos Marín publicó el texto titulado En busca de dinero, Daniel Aguilar Treviño cuenta “historias fantasiosas” que luego se niega a ratificar, donde contaba lo sucedido desde abril de 1997, cuando Álvaro Delgado recibió una llamada telefónica de un amigo de Aguilar.   Juan Manuel Venegas ya había hecho público el 19 de enero de 1998 en La Jornada un recuento de lo sucedido en el área de observación y clasificación del Reclusorio Sur, sobre su encuentro con los secuaces de Daniel Aguilar, a quien no pudo ver, ya que el asesino le mandó decir que no había condiciones para un encuentro entre él y Venegas. Ése fue el mismo día que este reportero habló con Aguilar Treviño y en el pasillo del dormitorio ambos reporteros cruzaron miradas, como si no se conocieran.   En un nota de la agencia France Press, fechada el 24 de enero de 1999 en Washington, se informó que “Daniel Aguilar Treviño, asesino de José Francisco Ruiz Massieu, acusó de manera directa a Raúl Salinas de Gortari de haber ordenado la muerte del entonces secretario general del Partido Revolucionario Institucional, en una entrevista que este lunes publicará el semanario Time”.   En 2005, Raúl Salinas fue exonerado por el asesinato de Ruiz Massieu. Por este mismo hecho, están en la cárcel aún Fernando Rodríguez González, secretario técnico de la Comisión de Recursos Hidráulicos de la Cámara de Diputados y operador de Muñoz Rocha, Aguilar Treviño y Carlos Cantú Narváez, ambos caballerangos en el rancho El Corralillo, propiedad de Abraham Rubio Canales.   Rubio Canales estuvo en la cárcel en tiempos de que Ruiz Massieu era gobernador del estado de Guerrero por un fraude de siete millones de dólares al Fideicomiso Acapulco (Fideaca) y fue señalado junto con Muñoz Rocha como parte de quienes operaron el complot contra el exgobernador de Guerrero.   De hecho, Rodríguez, antes de acusar a Raúl Salinas como autor intelectual de homicidio le dijo a la autoridad ministerial que Muñoz Rocha le había confiado que Rubio Canales había sido quien financió un millón de pesos para que se cometiera el magnicidio. Cuestión que fue desestimada por el juez, ya que se comprobó que fue una estrategia para desviar las investigaciones.   El asesino se asustó cuando el arma se atoró   Después del levantamiento armado del EZLN, el 1 de enero, y el asesinato del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio, el 23 de marzo, el sexenio del presidente Salinas de Gortari coronó el año de 1994 con el asesinato de su excuñado, José Francisco Ruiz Massieu, el 28 de septiembre.   Ruiz Massieu, quien había sido gobernador del estado de Guerrero y se perfilaba como presidente de la Cámara de Diputados, fue asesinado por Aguilar Treviño cuando el priista salía de la sede de la CNOP en la calle de Lafragua, a unos metros de Paseo de la Reforma, en la Ciudad de México.   Ruiz Massieu, en compañía de Heriberto Galindo Quiñones y Roberto Ortega Lomelí se subieron al coche del líder priista, iban al IFE. Ruiz Massieu alcanzó a encender el auto y cuando lo puso en marcha Aguilar Treviño jaló del gatillo de la ametralladora que le había dado Jorge Rodríguez González.   Aguilar Treviño, quería acabarse el cartucho que el mismo había rellenado la noche anterior, pero se encasquilló.   El auto con Ruiz Massieu moribundo y desangrándose paró su camino con la carrocería de un taxi del SITIO DEL HOTEL Casa Blanca. Aguilar se echó a correr con la ametralladora a cuestas. Ya no pudo seguir el plan preestablecido por sus patrones para subirse a uno de los dos autos que lo esperaba para la fuga.   El policía auxiliar José Rodríguez Moreno, aguzó los sentidos cuando escuchó la única detonación y casi al instante vio correr a una persona que era perseguida por otras dos. El uniformado lo topó y le ordena “¡alto!”. El agresor avienta entonces el arma y Rodríguez Moreno lo obliga a que se tire al suelo apuntándole con su arma de cargo, logrando así la captura. Aguilar fue levantado del asfalto por los dos hombres que lo perseguían y se lo llevaron torciéndole el cuello y los brazos.   Aguilar Treviño y sus secuaces en el asesinato tenía todo calculado para ganar tiempo. Tan pronto como estuvo ante las autoridades, el asesino dijo llamarse de dos maneras distintas, uno de los nombres que dio fue el de Joel Reséndiz, originario de Acapulco. Aunque en realidad resultó ser del ejido Corralejo, municipio de San Carlos, Tamaulipas.   En poco tiempo Aguilar soltó la sopa y la opinión pública pudo conocer con cierta rapidez que el diputado federal por Tamaulipas, Manuel Muñoz Rocha, fue quien preparó la celada contra el dirigente priista. Que éste se había amparado en su compadre Rodríguez González y éste a su vez en su hermano Jorge, quien se encargó de contratar a Aguilar Treviño y Cantú Narváez por 50 mil pesos y de comprar un AK-47 y una pistola tipo escuadra para cometer el delito. Aunque hay otras versiones de que se trataba de una copia china de la Uzi israelita con que Treviño asesinó a Ruiz Massieu.   El plan era matarlo antes   Los padres del exgobernador guerrerense fueron Armando Ruiz Quintanilla y María del Refugio Massieu Helguera. El extinto político priista nació en el Puerto de Acapulco el 22 de julio de 1946; fue licenciado en derecho por la UNAM y luego cursó ciencias políticas en la University of Essex, de Inglaterra.   Se convirtió en priista tres años antes de casarse con Adriana Salinas de Gortari, en 1971. Entre los cargos que tuvo el padre de la actual secretaria de Turismo, Claudia Ruiz Massieu Salinas, fue el del secretario particular del subdirector general jurídico del Instituto Mexicano del Seguro Social. En el Instituto del Fondo Nacional para la Vivienda de los Trabajadores (Infonavit), a cargo de José Campillo Sáenz, Ruiz Massieu tuvo varios cargos; fue director general de Asuntos Jurídicos de la Secretaría de Salubridad y Asistencia; secretario general de Gobierno de Guerrero, y subsecretario de Planeación en la entonces Secretaría de Salubridad y Asistencia, de 1983 a 1986. En 1986 se convirtió el candidato al gobierno de Guerrero, cargo que ganó sin problemas.   De acuerdo con las investigaciones del caso, el asesinato de Ruiz Massieu debió de ocurrir en fecha anterior al 28 de septiembre de 1994. Una cuando el priista debió haber llegado a un desayuno en University Club, en Paseo de la Reforma casi esquina con Insurgentes, y la otra, al término de una reunión en el HOTEL Casa Blanca, en la calle de Lafragua, sitio donde fue victimado, pero al salir de un desayuno con unos 150 diputados del sector popular del PRI, que le ofrecieron a quien a partir del primero de noviembre sería su líder, en el sede de la CNOP.   Además de Muñoz Rocha, los hermanos Fernando y Jorge Rodríguez González, en el plan para asesinar al secretario general priista, participaron María Eugenia Ramírez Arauz y sus hermanos Roberto Ángel y Jesús, y su cuñado Anthony Dorrego. María Eugenia y Fernando eran esposos.   “Es cosa de que nos pongamos de acuerdo”   En el Reclusorio Preventivo Sur de la Ciudad de México, Aguilar Treviño era uno de los jefes. Disponía de un séquito de jóvenes con cierta preparación y vestidos con ropa de calidad, que hablaban del asesino de Ruiz Massieu como “licenciado”.   En el dormitorio que ocupaba Daniel Aguilar y sus secuaces, había un jardín que expropiaron a los otros reclusos y ahí era como el quincho particular. Tenía una mesa de jardín de hierro forjado y una sombrilla, donde, cuando menos a mediados de enero de 1998, atendieron a los reporteros de Excélsior, primero, y luego al de La Jornada.   El joven que recibió a este reportero, luego de que una estafeta –así les llaman a las personas que llevan con algún preso con poder a sus visitas por unas monedas– tenía la instrucción de que despertara la ambición por una nota bomba y lo que decía fuera lo suficientemente convincente como para comprometer al medio a entregar “una ayuda”, con la insistencia de que no era un pago por la información.   El merolico de Aguilar Treviño, que repetía como guion lo que el asesino de Ruiz Massieu le había dicho una y otra vez hasta el cansancio, era también el filtro para ver si su jefe se podía dejar ver por los periodistas. En el caso de este reportero pudo pasar a la siguiente instancia y fue en el salón del dormitorio acondicionado como gimnasio, donde se pudo hablar brevemente con Aguilar Treviño.   De entrada el caballerango en el rancho El Corralillo utilizó su torso desnudo y marcado por horas y horas de rutinas de levantamiento de pesas, para impresionar. Cuando al hacer la presentación Aguilar ofreció la mano para saludar, su apretón fue tan ajustado que parecía que quería imponerse sicológicamente a su interlocutor.   —¿Ya le comentaron los muchachos lo que tenemos?   —Sí.   —¿Qué le parece?   —Se ve muy difícil.   Aguilar Treviño frunció el ceño en forma de disgusto y antes de poner fin a la conversación soltó: “Si sus jefes y usted se animan a publicar la verdad sobre la muerte de Ruiz Massieu, es cosa que nos pongamos de acuerdo y van a tener una gran noticia”.       El asesinato que soltó a los demonios   Hace 20 años, la sociedad mexicana y los medios de información fueron sacudidos por el homicidio del político y dirigente priista José Francisco Ruiz Massieu, lo que desató una serie de acontecimientos que, a la postre, se convertirían en las principales noticias de la época. Entre las secuelas del asesinato se encuentran la polémica sobre El Encanto y La Paca, el encarcelamiento y exoneración de Raúl Salinas, hermano del expresidente Carlos Salinas de Gortari, que avivó durante meses los noticieros por sus cuentas millonarias en Suiza, sus mujeres, los prestanombres y la leche radiactiva en Conasupo, así como la desaparición del presunto autor intelectual Manuel Muñoz Rocha y el suicidio de Mario Ruiz Massieu, quien advirtió que los “demonios andan sueltos”; sin embargo, después de dos décadas muchos cabos quedan sueltos y ningún autor intelectual ha sido puesto tras las rejas: sólo queda en prisión el autor material, quien espera su libertad.               La mañana del 28deseptiembrede1994,el secretario general de CEN de PRI, José Francisco Ruiz Massieu, fue herido de muerte cuando salía del hotel Casa Blanca, en la calle de La fragua,en la colonia Juárez. A las9:30horas, cuando sube a su vehículo, un“tirador solitario”le disparó a bocajarro, a través del cristal.                   Horas después, Mario Ruiz Massieu informó que su hermano había muerto, en el Hospital Español. El homicida fue detenido, pero una semana después empiezan las primeras detenciones; el diputado Fernando Rodríguez González—secretario técnico de una comisión que preside Manuel Muñoz Rocha—es acusadode financiar el homicidio. Varios familiares de Rodríguez son detenidos,entre ellos su hermano Jorge, quien  confiesa entregar el dinero al tirador. También aprehenden a la esposa de Fernando y al hermano de la esposa; el chofer de Fernando, Jesús Sánchez, dice haber llevado al homicida afuera del HOTEL Casa Blanca. La pistola, según la investigación, proviene de José Pascual Álvarez, jefe de policía de San Carlos, Tamaulipas. El caso y los protagonistas de la noticia ocuparon las primeras planas de los diarios durante varios años, y aún quedan cabos sueltos en la investigación.

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