El segundo tirador contra Colosio

Fecha: 27/02/2014 | Autor: Rocio Berenice Valdez Garcia | Categoría: Noticia

(Hoytamaulipas.net)    Autor: Gustavo Rentería    

  En la entrega anterior, les narré como pasó su último cumpleaños el malogrado candidato del PRI a la Presidencia de la República, según me platicó su gran amigo, Heriberto Galindo Quiñones.     El nacido en Guamúchil, también escribí, saludó al nacido en Magdalena de Kino a las 6 de la mañana del 23 de marzo -de hace casi 20 años- en el Lobby del Hotel Ejecutivo en Culiacán. Vestía unos pants negros y una sudadero blanca. Calzaba tenis y se disponía a correr a a un costado del río Humaya. Fueron testigos del encuentro los grandes periodistas Ángel Trinidad Ferreira y Miguel Reyes Razo.   Regresó Colosio 2 horas después, se dio una ducha, desayunó y se arregló para partir a La Paz primero, y a Tijuana después. El hoy diputado federal lo despidió al pie de la escalerilla del avión con un abrazo muy significativo, pues ya sabía que sería líder de la CNOP -con la bendición de Salinas- senador y después Gobernador de Sinaloa. Y lo mejor: su cuate se convertiría en titular del Ejecutivo Federal.   Galindo se reunió con el hijo de Clouthier en el restaurante Los Arcos y después fue al periódico Noroeste a saludar al director Jesús Cantú; de ahí pasó a ver a Luis Téllez, director del Sol de Sinaloa y ahí recibió la trágica noticia: le habían dado un balazo a Colosio.   No lo podía creer Heriberto, pero prendieron los televisores los colegas de la redacción y en pantalla Raúl Peimbert desde Miami ya confirmaba el magnicidio. En México no se decía nada aún. Comenta que el impacto fue impresionante, horroroso y muy doloroso.   Llamó inmediatamente al call center de Aeroméxico para comprar un boleto e irse en el primer vuelo a Tijuana. Tuvo suerte. Le llamó a su hermano, Héctor Lie, quién se desempeñaba como delegado del IMSS en Sinaloa -hoy uno de los hombres más cercanos a Emilio Gamboa Patrón- y le pidió que pasara por él al edificio del Sol y le diera un aventó al aeropuerto.   Llegó por la noche al Hospital General de la fronteriza ciudad donde estaba el cuerpo de Luis Donaldo y abrazó a Alfonso Durazo y a Liévano Sáenz; el primero lo llevó hasta un salón donde yacía el que sería el Presidente, en una plancha de acero.   Estaba sin camisa y sin calcetines el asesinado; todavía tenía un pantalón azul marino y el color de su cuerpo aún era rosa, es decir no tenía color de muerto.   Heriberto dice que vio una herida de aproximadamente 5 centímetros en el lado derecho del abdomen y su cabeza estaba rapada porque enseguida le iban a hacer el corte en el cráneo para ver como estaba su cerebro después del balazo que le dieron en la sien derecha.   Me platica Galindo que no aguantó mucho tiempo ahí. Salió a ver a Diana Laura Rioja a esperar el cuerpo y después, con los hombres más cercanos a Colosio, fueron con a la esposa del sonorense, llenos de llanto y dolor, al avión que los transportaría al avión.   En la aeronave, a las tres o cuatro de la mañana del 24 de marzo, subieron a despedirse de la viuda el entonces titular de la PGR Diego Valadés y el entonces gobernador de Sonora, Manlio Fabio Beltrones.   Llegaron a las 8 de la mañana al hangar presidencial y de ahí se fueron a la sede del PRI; en el Auditorio Plutarco Elías Calles montaron las primeras guardias.   Nadie había dormido un minuto, todos estaban desaliñados; mientras la noticia estaba ya en la redacción de todas las televisoras, radiodifusoras, agencias de noticias y periódicos del país.   Habían matado al próximo presidente de México y su gran amigo había visto una herida de aproximadamente 5 centímetros en el lado derecho del abdomen, es decir, la salida de un segundo disparo que entró por el lado izquierdo.   La versión oficial dijo que fue un asesino solitario, pero el gran y sincero amigo, vio la prueba fehaciente del segundo tirador.

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